SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

 

¿Qué es una asociación con “matriz marxista”?.-

Nos pegaremos a la realidad.
Cuando decimos que un partido o una asociación patronal es de matriz capitalista, o de corte capitalista o de tendencia capitalista, no se nos ocurre decir que lo sabemos porque hemos hecho una encuesta entre sus miembros, o porque ellos así lo han manifestado.

Tampoco hemos necesitado preguntar a sus miembros si saben lo que es el capitalismo, si lo han estudiado, si conocen las leyes de su funcionamiento, su historia.

Una cosa es ser capitalista y otra es estar afiliado a un partido, a una asociación patronal.

Un capitalista puede saber cómo funciona “su” capital, pero puede desconocer la teoría, el conjunto de saberes en que se apoya el sistema del capital.

El capitalista que se afilia a un partido o asociación patronal, ya sabe más cosas. Sabe que el capital no es un asunto individual, sino colectivo. Sabe que encuentra resistencia en su camino. Sabe que esa resistencia viene de los trabajadores. Sabe que, juntos, los capitalistas, defenderán mejor sus intereses. Sabe que los obreros están organizados, y que algunas de esas organizaciones quieren hacer desparecer el capital como forma de producción. Buscan y pagan, para que defiendan sus intereses, a los mejores intelectuales y estudiosos. Buscan y apoyan en el Parlamento a miembros del mismo que sean sus valedores al hacer las leyes y al formar los gobiernos. Todo eso, y más, sabe el simple miembro de una de esas asociaciones.

Los dirigentes, salen de entre los miembros más interesados, más informados, mejor asesorados, más ordenados, más diligentes.

De igual manera, en el mundo organizado de los obreros, partido o sindicato, se tienen conocimientos más precisos sobre sus condiciones de trabajo y de vida, que la visión del problema que puede tener un obrero individual.

Este mundo organizado de los obreros, suele tener en común la visión de que sólo la defensa conjunta puede mejorar esas condiciones. Las diferencias comienzan a la hora de localizar el origen de su situación, y continuar con la manera de hacerle frente.

Las organizaciones obreras, especialmente los partidos, que hemos llamado de matriz marxista, arrancan, en su visión de la condición obrera, de su situación en el trabajo, bajo la dirección, el mando y la búsqueda de la mayor ganancia del capital.

Esta posición de partida, de alguna manera, la comparten casi todos los partidos y sindicatos obreros españoles, y casi todos nacieron con esa posición frente al capital.

Sin embargo, es precisamente la recepción, la asimilación de los estudios teóricos marxistas, lo que fomenta una postura más segura, más firme, en los planteamientos frente al capital.

Los conceptos marxistas no hacen más que profundizar el conocimiento sobre el trabajo y su conversión en valor; sobre los movimientos del capital para reproducirse y el papel de las instituciones ( el Estado) en facilitar estos movimientos; y, en fin, en qué queda convertido el trabajo de un obrero metido en medio de estos movimientos dirigidos por el capital.

Estas herramientas intelectuales entran en los partidos obreros a través de sus dirigentes. De la misma forma, es verdad, que los dirigentes de los partidos del capital se agencian los conocimientos, argumentos y conceptos que apoyan las posiciones de su partido.

Pero en esta cuestión hay una diferencia importante.

Recordamos que un partido es una institución, creada y pagada por los capitalistas (en el caso de sus partidos), para conseguir controlar el gobierno a través de las elecciones al Parlamento. De esta manera conseguirán las normas (leyes) y organismos que favorezcan la vida y el desarrollo del capital.

Toda esta actividad, y el escenario en que se mueve, es a lo que llamamos política, y políticos a los que se dedican profesionalmente a ellas.

En este espacio o escenario es donde se habla, se discute, se acuerda y se desacuerda, desde una posición de “igualdad”. Aquí es donde juegan los valores: la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la honestidad, la honradez.

Es este el lugar propio de los partidos políticos.
Y  aquí esperan los partidos del capital a los representantes de los partidos obreros, que deben venir preparados para este nivel de batalla. Para esto deben estudiar, adiestrarse, entrenarse.

Hay, sin embargo, otro escenario, otro espacio donde el capital a través de sus funcionarios, los capitalistas, reina como en el más absolutista de los imperios: la producción.

El aparato productivo es de su propiedad, su dirección técnica es exclusiva, su control económico no admite interferencias, el destino de sus resultados es de su sola competencia.

Aquí no hay ni fraternidad ni nada de toda la retahíla del espacio político. Aquí no hay partidos políticos. Aquí se viene, el capital, para mandar y llevarse la ganancia; el obrero, para trabajar y llevarse el salario.

Hay que admitir que la diferencia entre la tarea de un partido representante del capital y del que represente a los obreros es evidente.

Queremos señalar en este momento una solamente. La formación, la educación, la preparación de unos y otros no admite comparación. El partido, los dirigentes del partido del capital (una institución), han de vigilar, acompañar, alimentar, el funcionamiento de una “máquina” con siglo y medio de recorrido brillante y tres siglos de experiencia (el sistema capitalista). El partido, los dirigentes del partido de los obreros, han de reparar, recomponer y alimentar una “máquina” con siglo y medio de experiencia, un recorrido no brillante, y un norte semiperdido en la niebla: el sistema comunista

 

Esta operación tendría como animador en nuestro país (y en el resto de Europa) a una organización, de matriz marxista, puesto que resultaría sorprendente que existiese ese tipo de planteamiento en todo el arco de asociaciones que giran en torno al capital. Y las organizaciones obreras mayoritarias, aunque de matriz marxista inicial, hace tiempo desistieron de pensar en una organización de la producción basada exclusivamente en los trabajadores, pues de eso, realmente, se trataría.

En una organización de esta cepa, se tienen las bases teóricas que permiten desbrozar el camino que hasta ahora se nos presentaba como impracticable.

El dinero es una forma del capital (aparte de su función en el intercambio), y el capital es trabajo objetivado, trabajo materializado en un objeto (una máquina, una nave-o el dinero con el que se las puede adquirir.). El capitalista, históricamente, ha sido el que ha acumulado el capital necesario para iniciar una industria, una empresa. No hay, sin embargo, obstáculo alguno, en el día de hoy, para que un grupo de trabajadores acumule el dinero necesario para emprender la misma actividad industrial que hemos dicho, solo que, en vez de hacerlo por cuenta ajena, lo van a hacer por cuenta propia.

Esto no es el comunismo todavía, pero ya no es el capitalismo.

El capital está en los Bancos en forma de dinero, los empresarios industriales lo toman para montar empresas. Pagan el interés que les cobre y aún les queda su ganancia. Eso lo pueden hacer, y lo hacen hoy, grupos de trabajadores por cuenta propia: cooperativistas.

Los mismos trabajadores cooperativistas pueden unir sus esfuerzos y montar su propia entidad de crédito, su propio Banco o su propia Caja de Ahorros, que funcionaran también con trabajadores propietarios por cuenta propia.

En nuestro país funcionan en forma de trabajo en cooperación una notable cantidad de empresas de todo tamaño y en todos los sectores.

Y en estas cosas ocurren situaciones como la de aquel, que un día descubrió que él hablaba en prosa. Y se puso tan contento, ya que, aunque no lo hacía como los poetas buenos, en prosa y en verso, al menos utilizaba una de las dos formas cultas; lo que pasa es que no se daba cuenta.

De aquí que se señale un poco más arriba que esta operación la ha de animar y promover una organización de corte marxista. Su enfoque teórico, su ángulo de visión, le permite ver más allá de las simples apariencias; le permite ir quitando capas a la cebolla que tiene entre manos hasta llegar al cogollo, los hechos, que están delante de su vista pero aparecen como desconectados unos de otros; y sobre todo, tiene la mejor escuela que existe en el mundo: el trabajo.

Marx y el marxismo (en realidad, Marx y sus discípulos, crearon, o al menos le dieron forma, a una manera de contemplar la sociedad, y a eso es a lo que aquí llamamos marxismo), colocaron en el centro de sus investigaciones, de sus estudios, de sus preocupaciones teóricas y prácticas (de pensamiento y de acción) el trabajo. Pero no el trabajo de los artistas, de los conquistadores, de los sabios, de los dirigentes políticos, de los hombres de fama y renombre, no. El trabajo que pusieron en el centro de sus teorías, era el vulgar trabajo de la producción, el trabajo ordinario; y a partir de él, emprendieron el estudio y la interpretación de toda la sociedad.

Ciertamente, es un ángulo de observación singular, y además, novedoso. La historia, nos decían, la han hecho los grandes hombres (generales, Papas, Emperadores, sabios, santos, hombres geniales), y las obras y huellas que dejaron constituyen la cultura.

La historia tiene un protagonista colectivo: los trabajadores que alimentan y sostienen la vida de las sociedades, dicen los marxistas.
Dos puntos de vista distintos.

Un partido obrero puede tener, o no, una visión marxista de la realidad y de la historia que vive. Si coloca en el centro de su “saber”, de su “doctrina”, de sus enseñanzas, de sus opiniones, de su visión de la vida toda, al trabajo ordinario, al trabajador corriente, se ha colocado en el ángulo de visión de los marxistas.

Si ese partido entiende, asimismo, que ese trabajador ordinario  será quien cambiará la forma de trabajar, dirigirá ese cambio y provocará con ese cambio, otras formas de organizarse la sociedad, tendrá un punto de vista marxista.

Si sostiene que solo en formas organizadas colectivamente por ellos se plantearan y se ejecutaran esos cambios, se tratará de un partido comunista marxista.

Con esos raseros, con esas varas de medir, se pueden hacer comprobaciones con las distintas organizaciones obreras, unas más lejanas, otras más cercanas.

El partido comunista ruso, sostuvo normalmente los puntos de vista marxista a que nos hemos referido. Probablemente acabó perdiendo el apoyo de los obreros rusos, porque siempre trató de sustituirlos. El protagonismo en el cambio siempre lo llevó el partido, y el partido no son los obreros.

Los partidos socialistas europeos, con raíz marxista casi todos ellos, en la actualidad no colocan en el centro de su teoría al trabajador corriente, sino, más bien colocan en ese sitio de honor, al bienestar del trabajador corriente. Ese bienestar lo procurará, una correcta y honrada gestión del sistema capitalista. Con esta visión no marxista, hoy disfrutan del apoyo mayoritario de los obreros europeos (mayoritario en relación con otros partidos obreros).

Los partidos comunistas europeos, de matriz marxista comunista todos ellos, han pasado en buena parte a compartir postura con la socialdemocracia, o se han aliado a organizaciones que no tienen en su núcleo teórico a la figura del trabajador (ecologistas, feministas, alter mundistas- antiglobalización-, etc).

En consecuencia, la visión marxista de cara a conseguir una sociedad comunista, no es una fuerza muy visible en la sociedad europea actual.

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